jueves, 11 de noviembre de 2010

La inflamación es una respuesta defensiva del organismo ante un agente irritante o infectivo.

Cuando un tejido es dañado, por un golpe, por ejemplo, sus células liberan una sustancia llamada histamina, que produce la dilatación de los vasos sanguíneos y, por consiguiente, el aporte de grandes cantidades de sangre hacia el área afectada.

Además, los tejidos inflamados liberan líquido intracelular, conocido como exudado inflamatorio, que puede acumularse infiltrando los tejidos y dificultando o imposibilitando el funcionamiento del órgano o de la región afectada.

Las inflamaciones pueden ser agudas o crónicas. Son agudas cuando presentan un período de hinchazón, dolor e incapacidad crecientes, que luego disminuyen en poco tiempo; se denominan crónicas cuando se prolongan durante meses o años, presentando períodos de mayor o menor intensidad, de acuerdo con factores como la humedad, la dieta o el estado del propio sistema inmunitario.

La gravedad, la duración y las características peculiares de cada respuesta inflamatoria dependen del área afectada, de su estado previo y de la causa que la provoca.
SINTOMAS
 
La presencia extra de sangre y de líquidos en el área afectada produce una tumefacción o hinchazón perceptibles con facilidad, al tiempo que el aumento del volumen sanguíneo provoca el enrojecimiento y la sensación de calor en la zona circundante.

Las inflamaciones e infecciones ginecológicas se pueden originar en el tracto reproductivo inferior o superior.

Las infecciones más comunes incluyen las siguientes:
En el tracto reproductivo inferior:
En el tracto reproductivo superior:
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